El estallido de la burbuja inmobiliaria que dio comienzo a la mayoría de los males actuales de la banca y la economía en general de España sigue golpeando duro al mundo financiero.
Los españoles ya llevan más de cuatro años tomando medidas en el sector financiero y a pesar de ello la Unión Europea piensa que todavía el saneamiento no es suficiente.
Altas fuentes de Bruselas creen firmemente que si los precios de las viviendas bajan demasiado deberán taparse agujeros de capital con dinero del sector privado. Y en medio de una nueva recesión y la extraordinaria exposición de la banca española al ladrillo, eso es muy poco aconsejable.
Ni el comisario europeo de Asuntos Económicos Olli Rehn ni las autoridades económicas españolas creen que sea necesario recurrir incluso al fondo de rescate europeo, pero ese es un tema del que todavía queda mucho por discutir porque no son pocos los que consideran lo contrario.
Por ahora los planes del Gobierno de Mariano Rajoy son otros. Economía le está exigiendo al sistema financiero provisiones adicionales por 52.000 millones de euros, pero hay estudios tanto de la banca española como de entidades internacionales que consideran esas necesidades por encima incluso de los 100.000 millones. Y esto se debe básicamente a un fuerte deterioro en el índice de morosidad debido a la recesión y al paro y a una caída muy desordenada de los precios que no mejorará si no se abre el grifo del crédito.
En estos días todas las entidades españolas deberán comunicarle al Banco de España qué medidas van a tomar en cuanto a las provisiones extras.
Una posibilidad es que España le pida ayuda al fondo de rescate para esas recapitalizaciones, lo que podía producir un muy negativo efecto sobre el ánimo de los mercados, los que ya reaccionaron ante las versiones circulantes subiendo la prima de riesgo española.
Algunos creen que la crisis española podría durar menos si el precio de las viviendas se ajusta más rápidamente a su valor real, lo que exigiría más capital que podría provenir del fondo de rescate. Así se subiría el capital de los bancos, se abrirían los canales de crédito y, en definitiva, se disiparían las dudas de los mercados internacionales acerca del verdadero saneamiento del sistema bancario español y del futuro de algunas entidades que, como Bankia, aseguran que pueden seguir adelante sin ayuda externa.