“Si no fuese tan trágica, la actual crisis europea tendría su buena cuota de gracia, al menos vista desde la perspectiva del humor negro”. Estas palabras fueron textualmente dichas por el famoso economista y ex premio Nobel Paul Krugman.
Es que a medida que los planes de rescate pergeñados por las autoridades de los organismos internacionales y los propios responsables económicos de las naciones de la Unión Europea continúan fracasando rotundamente uno tras otro, los Popes europeos, con una pomposidad y engreimiento todavía mayor si esto es posible que sus pares estadounidenses, aparecen a la vista de la población como líderes cada vez más ridículos.
Para Krugman Grecia, que fue el epicentro donde se inició la crisis de deuda que después se expandió a buena parte de Europa, es hoy por hoy un mero problema secundario. En la actualidad el peligro más claro y tangible proviene de una especie de pánico bancario que tiene a Italia, la tercera economía de la Eurozona, como protagonista.
Los inversores exigen tipos de interés cada vez más altos para la deuda italiana y estos tipos de interés al subir la carga del pago de la misma hacen que el impago sea una posibilidad cada vez más concreta.
Todo se transformó en un círculo vicioso en el que los temores del impago terminan por convertirse en una profecía autocumplida. Para salvar al euro debería crearse con urgencia un fondo que en caso de ser necesario puede prestar a los italianos e incluso a España, también en problemas, el dinero suficiente como para no tener que salir a buscar efectivo a los mercados a tipos de interés casi irremontables.
La sola existencia de dicho fondo probablemente calmaría los ánimos y no sería necesario utilizarlo, pero tiene que quedar clara la disponibilidad de un préstamo a una escala nunca antes vista, sin dudas por valores superiores al billón de euros, para que todo comience lentamente a encauzarse nuevamente.
Lo cierto es que las diversas propuestas para la creación de este fondo terminan por requerir el respaldo de los principales gobiernos de la región, cuyas promesas a los inversores internacionales deben ser más que creíbles para que el plan “funcione”. E Italia es uno de esos importantes gobiernos y como tal no puede conseguir ayuda prestándose dinero a sí misma.
Francia, un escalón arriba de Italia en el ranking de economías europeas, se muestra desde hace tiempo muy vacilante, con lo que todos dudan del valor de este plan. No sea cosa que los franceses deban terminar esta aventura teniendo también que ser rescatados por quién sabe quien…
La triste realidad es que cada vez parece más seguro que la vida del euro está condenada a desaparecer.