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La recesión se ha cobrado 3,6 millones de puestos de trabajo en los EE.UU. en los últimos meses (la idea de re-cesión es que los trabajadores cada vez cesan más y más).
Enero ha sido el peor mes –y ésto acaba de empezar-, con 207.000 empleos perdidos, el mayor nivel en 26 años. Los más afectados son los sectores del automovil y siderurgia. Así que, habrá que acostumbrarse a andar a pie por un tiempo. Los despidos masivos están a la orden del día.
Hay temor a que los empleos perdidos no vuelvan a recuperarse, porque fueron creados en la fiebre consumista. Los yanquis miran mucho más a sus bolsillos antes de gastar y sólo la salud y la educación son los sectores que generan trabajos (y no hablamos del trabajo que dan los alumnos a los docentes).
Los despidos en las corporaciones gigantes como Microsoft, Boeing, Caterpilar, Kodak, Pfizer, Home Depot o Ford Motor, no están contados aún en la debacle. Entretanto, el paro subió al nivel de septiembre de 1992.
El desempleo afectaba al 4,9% hace un año a toda la población activa y tocará el 9% en algún tiempo antes de revertir la situación. El total de parados es de 11,6 millones, 4,1 millones más en un año, y los de larga duración son casi 2,7 millones. Unos 7,8 millones tienen empleos temporales y 3,1 millones más que hace un año, por ajustes en la producción.
Los economistas hablan ya de una minidepresión que le gana a la depresión de los empresarios, si la cosa no se estabiliza. La aceleración en la destrucción del trabajo es alarmante y mucho peor aún es comprobar que las personas con posibilidades para gastar también se mantienen pasivas.
Por estas razones ruegan a Washington que detenga las discusiones ideológicas y adopte un plan novedoso que cambie de vista las perspectivas. Siempre y cuando la arenisca no nos deje ciegos, ¿verdad?